El momento de los servicios sociales básicos


Ante una situación imprevista, solo cabe la reacción. Normal. Pasados unos meses desde el inicio de la pandemia, puede ser buen momento para plantear cómo queremos/debemos prepararnos para abordar, las más que probables, próximas crisis. Debemos pensar cómo queremos y debemos abordar los nuevos escenarios que se avecinan y, de paso mejorar nuestra capacidad de respuesta ante posibles nuevas crisis. Todo apunta a que más tarde o temprano, nos vamos a tener que enfrentar a nuevas, o no tan nuevas, crisis (sanitaria, económica, laboral, demográfica, medioambiental…). Ante este escenario se hace imprescindible el ejercicio de la planificación. Toca pensar, planificar. No hay excusa.

Tras comprobar los efectos de la pandemia en la salud de las personas, nadie pone en duda que se debe reforzar el sistema sanitario y, dentro de éste, la red de atención primaria: los equipos de los Centros de Salud. Son muchas las razones que se utilizan para justificar el reforzamiento de la atención primaria de salud. Destaco las siguientes: su dimensión comunitaria, su acción preventiva y promocional, ser la puerta de acceso al sistema, el conocimiento y fácil acceso y contacto directo con las personas que mantiene el equipo del centro de salud, etc.

A estas alturas, tampoco nadie duda de los efectos sociales de la pandemia. Efectos que, muy probablemente, tarden mucho en desaparecer (si es que algún día lo hacen). Cuando se habla de efectos sociales, de inmediato nos imaginamos consecuencias en el ámbito del empleo y su repercusión en la economía familiar. Es muy de agradecer los esfuerzos de todos los implicados, especialmente gobiernos, sindicatos y patronal, en acordar medidas que faciliten la vuelta al empleo cuando sea posible, y se garanticen los ingresos mientras los salarios no llegan por interrupción-finalización de la actividad laboral. También es una buena noticia que el Gobierno de España haya diseñado un Ingreso Mínimo Vital (IMV) que garantice unos mínimos ingresos que eviten que un número importante de personas y familias vivan en situación de pobreza severa sin poder acceder a bienes esenciales. Esperemos que esta medida sirva para completar las políticas de lucha contra la pobreza de las comunidades autónomas que tan ineficaces se han mostrado al no haber conseguido acabar con la pobreza severa en España. Recordemos que este tipo de pobreza afecta a más de 3 millones de personas. Nuestro país tiene el triste honor de tener una tasa de pobreza severa de las más altas en Europa, solo superada por Rumanía.

Pero sería un grave error reducir los efectos sociales de las crisis a los originados por el mercado laboral y sus consecuencias sobre la economía familiar. Limitar los problemas sociales a problemas de renta (pobreza), sería una enorme simplificación que impide observar las distintas dimensiones del asunto. Las personas somos animales sociales y nuestra calidad de vida depende, en buena medida, de las relaciones que mantengamos con nuestro entorno social. No solo necesitamos dinero. Esta pandemia lo ha puesto claramente de manifiesto. Hay muchas personas y familias que, sin padecer apuros económicos, sufren problemas de integración, de incorporación a una vida social plena y gratificante. El aislamiento, la soledad, la brecha tecnológica, la inseguridad, el abandono, la dependencia, la enfermedad mental, la discapacidad… son algunas de las muchas circunstancias que amenazan la calidad de vida de las personas en tanto suponen un grave riesgo de deterioro y/o pérdida de sus relaciones sociales. Estas situaciones exigen reforzar las atenciones personales, profesionales e individualizadas que ofrecen los profesionales de los servicios sociales básicos. Conocer a las personas en situación de riesgo, hacer un seguimiento de su situación, proveer de atenciones y cuidados en el propio domicilio, activar los recursos comunitarios (vecindad y voluntariado), facilitar la participación en la vida comunitaria, ayudar en los procesos de inserción social… son algunas de las funciones que tienen encomendadas los servicios sociales básicos, lo que en Castilla y León llamamos CEAS. Invito al lector a revisar las interesantes tareas que tienen encargadas este nivel de atención social en los catálogos o carteras de servicios sociales de las distintas comunidades autónomas (incluida la nuestra) o las recomendaciones que, al respecto, hacen otros organismos nacionales o internacionales. Pero estos servicios en España en general y en nuestra Comunidad en particular, padecen en muchos casos dos males que los hacen ineficientes a la hora de atender debidamente a las múltiples funciones y tareas encomendadas: la escasa dotación de profesionales y la excesiva carga que supone la gestión de prestaciones sociales (dependencia, renta garantizada, ayudas de emergencia, ayudas finalistas…). Resulta urgente revisar la dotación de profesionales y descargar de tareas de gestión a este nivel de atención social.

Estar mejor preparados para afrontar la crisis social que se avecina y las crisis futuras, sean del tipo que sean, pasa por reforzar los servicios públicos de carácter comunitario: sanitarios y sociales. Sin olvidarse de que ambos tipos de atención deberían trabajar de manera coordinada e integrada.   

Nota: Entrada publicada en los "Cuadernos para la reconstrucción económica y social" nº. 3 de 25 de mayo de 2020. Consejo Económico y Social de Castilla y León.                                  

Sobre el servicio de la asistencia personal

Durante el año 2015, un equipo del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad de Valladolid, formado por los compañeros Juan María Prieto, José Luis Izquieta, Rafael de la Puente y un servidor, coordinado por el primero, tuvimos la oportunidad de participar en la sistematización y análisis de un proyecto piloto denominado Servicio de Asistente Personal con personas con diversidad funcional intelectual y/o enfermedad mental grave. Era un proyecto impulsado por la Gerencia de Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León en colaboración con el CERMI-Castilla y León y realizado a lo largo de tres años por seis de las principales entidades del Tercer Sector de Acción Social que trabajan con personas con diversidad funcional intelectual y/o enfermedad mental en la región.

Resultado de ese trabajo fueron dos publicaciones:
En diciembre de 2019, la REVISTA ESPAÑOLA DE DISCAPACIDAD publicó en su número 2 (VOL.7) el artículo: Asistencia personal y discapacidad intelectual: un servicio para la inclusión social (acceso al capítulo)
En julio de 2019, publicó la Fundación INTRAS un capítulo titulado "La asistencia personal para personas con discapacidad y enfermedad mental grave en Castilla y León" (acceso al capítuloen el libro:
Orihuela Villameriel, T.; Cantero López, L.; López Fraguas, A. (Comps.): La Asistencia Personal en salud mental. Edintras. Valladolid. España. (acceso al libro completo)
Como conclusiones e ideas para la reflexión, se pueden destacar las siguientes:

1. El Servicio de asistente personal (SAP) supone un cambio de paradigma en la manera de prestar los apoyos a las personas con discapacidad o con enfermedad mental: se trata de la planificación dirigida por la persona.
2. La flexibilidad del SAP es uno de sus elementos más significativos e identitarios: se adapta a las necesidades, potencialidades y características del usuario, quien se convierte en el planificador del servicio, haciéndole protagonista de su vida.
3. El servicio responde a las carencias y demandas más importantes de las personas en función de su ciclo vital y proyecto de vida: inclusión comunitaria, acompañamiento fuera del hogar, apoyo escolar, apoyo en las actividades básicas de la vida diaria, etc.; se atiende de forma diferente a la diversidad personal según distintos momentos, espacios y contextos.
4. El servicio se conforma como el mejor instrumento para mantener el vínculo de la persona con su entorno y la permanencia y continuidad en su domicilio, facilita un modelo de vida muy diferente al residencial contribuyendo a mejorar significativamente su calidad de vida, autonomía, independencia y autodeterminación. 
6. Un elemento clave del SAP es su contribución a la autonomía del receptor del servicio en la toma de decisiones, a pesar de que ésta puede llegar a ser desconcertante y producir cierta inseguridad en sus familias.
7. La prestación del servicio de una manera idónea requiere ciertas características por parte de las entidades: un armazón ético; un saber hacer específico y especializado; una concepción de la asistencia personal como un servicio en sí mismo; y la concepción del servicio como un trabajo en equipo que conlleve una supervisión continua.
8. No existe un tipo único de asistente personal, sino que coexisten diversas modalidades de asistencia personal que requieren diferentes perfiles profesionales. 
9. El perfil ideal del asistente personal se define por un conjunto de elementos: los conocimientos, las habilidades personales, las competencias hacia la autonomía, las destrezas técnicas, la experiencia práctica, la confianza, la dimensión ética del profesional, etc. Su formación, aunque aún es inespecífica y muy heterogénea, debería basarse en dos aspectos cardinales: conocimientos teóricos, éticos y metodológicos sobre vida independiente; experiencia práctica previa al ejercicio profesional.
10. Las personas que utilizan este servicio prefieren contar con una entidad gestora frente a la opción de contratación directa. La vía de la contratación directa no resuelve bien algunos problemas de adaptación, sintonía y conexión del asistente personal con el usuario, además de riesgos potenciales relacionados con su suplencia o sustitución en casos de enfermedad o vacaciones. 
Por otro lado, el proyecto piloto aportó al equipo de investigación y sistematización un interesante bagaje experiencial que resulta muy rico tanto por los diferentes asuntos explorados como por la diversidad de perspectivas y enfoques desde los que se ha producido esa exploración. De esta riqueza se pueden extraer diversas líneas de reflexión y/o acción:  
  • Considerar la asistencia personal como un servicio en sí mismo. Esta concepción permite configurar una intervención integral y multidisciplinar de una manera mucho más comprensiva, extensiva e intensiva que la relación directa asistente personal – usuario. Un servicio posibilita: a). Atender cuestiones logísticas de indudable impacto personal para el usuario y para el profesional (por ejemplo, bajas, sustituciones, vacaciones, gestión de horarios); b). Ofrecer una atención compleja y exigente acorde con las potencialidades y limitaciones de las personas destinatarias; c). Adaptar el perfil del asistente personal y la naturaleza de su atención a la evolución vital del usuario, evitando posibles dificultades de inadecuación.
  • Evidenciar y subrayar la proyección individual, social y cultural del SAP. a). Alcance individual: favorece el bienestar personal, produce una mejora emocional y conductual, fomenta un sentimiento de autoconfianza, contribuye a romper el aislamiento de las personas con enfermedad mental y diversidad funcional intelectual. b) Proyección social a dos niveles: de un lado (y especialmente), en la persona, puesto que contribuye de manera significativa a hacer efectiva su participación comunitaria y, en muchos casos, al mantenimiento en su medio habitual; de otro, en el entorno social por la vía de la sensibilización colectiva, el trabajo en red, la articulación de servicios sociosanitarios, etc. c) Impacto cultural: tiene presente sus derechos, impulsa los valores de la igualdad y la integración social, contribuye al cambio de las representaciones sociales sobre la discapacidad, favorece la superación de prejuicios y estereotipos. 
  • Reflexionar sobre la conveniencia de identificar diferentes perfiles profesionales de acuerdo con los diferentes niveles de exigencia de las tareas a realizar por los/las asistentes personales (desde aquellas que resultan muy exigentes a las que son significativamente menos rigurosas). Esta identificación facilitaría el establecimiento de diferentes niveles de responsabilidad, diversas modalidades de contratación, variables sistemas de formación, procesos de selección adaptados y, de manera más significativa, la incorporación de las propias personas con discapacidad o con enfermedad mental como asistentes personales.
  • Posicionar el trabajo en equipo y la coordinación entre servicios como elementos clave en la configuración, implementación y seguimiento del SAP. La colaboración de diferentes profesionales y la coordinación de servicios sociales, educativos, sanitarios, de ocio, etc. se vislumbran como un camino adecuado para la gestión de apoyos de manera idónea en orden a hacer efectivo el objetivo último del servicio: la realización de un proyecto de vida independiente.
  • Definir procesos formativos de los/las asistentes personales combinando la formación teórica (en conocimientos, habilidades y, sobre todo, valores y principios de la vida independiente) con formación práctica y, especialmente, con la formación ad hoc, es decir, en función de los servicios requeridos por las personas a las que atiende. 
  • Garantizar unas adecuadas condiciones laborales de los/las asistentes personales de manera que el ejercicio profesional se reconozca en su complejidad, dedicación y exigencia y, al mismo tiempo, gane en atractivo como oportunidad de empleo. Esta mejora pasa por la revisión de las tablas salariales, los niveles y modalidades de contratación, el proceso de formación y selección de los asistentes, etc. y el cuidado en el encaje del profesional en el marco de la entidad.
  • Diseñar, implementar y reforzar líneas de difusión del SAP para dar a conocer las características y potencialidades del servicio y romper las múltiples barreras que tienen su origen en el desconocimiento de su naturaleza. Esta difusión ha de hacerse a diferentes niveles: primero, entre las familias, desconocedoras del servicio y/o de las oportunidades que éste ofrece; segundo, entre las entidades vinculadas a la atención a la diversidad funcional y a la enfermedad mental; tercero, entre los/las profesionales de los servicios sociales básicos, encargados de la información, orientación y, en su caso, derivación de familias y usuarios a entidades que gestionan el servicio.
  • Cuidar los procesos de seguimiento y evaluación de la puesta en marcha e implementación del SAP. Estas tareas exigen la definición de una sistemática de evaluación, la identificación de un proceso operativo accesible para las propias entidades, la construcción de herramientas de seguimiento de la calidad y la satisfacción, el diseño de protocolos que señalen con claridad pasos, técnicas y responsables, etc., todo ello con la finalidad última de resultar útil en la mejora continuada en la calidad del servicio.
  • Crear espacios de encuentro, cauces de comunicación, vías de intercambio y reflexión entre los diferentes actores implicados en el SAP con la pretensión de conocerse, tender puentes, dialogar y colaborar para promover la mejora del servicio. 
Cada una de estas ideas implica importantes desafíos que interpelan a múltiples agentes (públicos y privados) y a una gran diversidad de interlocutores. De cómo se afronten dependerá que las personas con discapacidad o con enfermedad mental puedan disfrutar de este tan eficaz y prometedor servicio para lograr una verdadera vida autónoma y con sentido.