Tras comprobar los efectos de la pandemia
en la salud de las personas, nadie pone en duda que se debe reforzar el sistema
sanitario y, dentro de éste, la red de atención primaria: los equipos de los
Centros de Salud. Son muchas las razones que se utilizan para justificar el
reforzamiento de la atención primaria de salud. Destaco las siguientes: su
dimensión comunitaria, su acción preventiva y promocional, ser la puerta de
acceso al sistema, el conocimiento y fácil acceso y contacto directo con las
personas que mantiene el equipo del centro de salud, etc.
A estas alturas, tampoco nadie
duda de los efectos sociales de la pandemia. Efectos que, muy probablemente, tarden mucho en desaparecer (si es que algún
día lo hacen). Cuando se habla de efectos sociales, de inmediato nos imaginamos
consecuencias en el ámbito del empleo y su repercusión en la economía familiar.
Es muy de agradecer los esfuerzos de todos los implicados, especialmente
gobiernos, sindicatos y patronal, en acordar medidas que faciliten la vuelta al
empleo cuando sea posible, y se garanticen los ingresos mientras los salarios
no llegan por interrupción-finalización de la actividad laboral. También es una
buena noticia que el Gobierno de España haya diseñado un Ingreso Mínimo Vital (IMV)
que garantice unos mínimos ingresos que eviten que un número importante de
personas y familias vivan en situación de pobreza severa sin poder acceder a
bienes esenciales. Esperemos que esta medida sirva para completar las políticas
de lucha contra la pobreza de las comunidades autónomas que tan ineficaces se
han mostrado al no haber conseguido acabar con la pobreza severa en España.
Recordemos que este tipo de pobreza afecta a más de 3 millones de personas.
Nuestro país tiene el triste honor de tener una tasa de pobreza severa de las más
altas en Europa, solo superada por Rumanía.
Pero sería un grave error reducir
los efectos sociales de las crisis a los originados por el mercado laboral y
sus consecuencias sobre la economía familiar. Limitar los problemas sociales a
problemas de renta (pobreza), sería una enorme simplificación que impide
observar las distintas dimensiones del asunto. Las personas somos animales
sociales y nuestra calidad de vida depende, en buena medida, de las relaciones
que mantengamos con nuestro entorno social. No solo necesitamos dinero. Esta
pandemia lo ha puesto claramente de manifiesto. Hay muchas personas y familias
que, sin padecer apuros económicos, sufren problemas de integración, de
incorporación a una vida social plena y gratificante. El aislamiento, la
soledad, la brecha tecnológica, la inseguridad, el abandono, la dependencia, la
enfermedad mental, la discapacidad… son algunas de las muchas circunstancias
que amenazan la calidad de vida de las personas en tanto suponen un grave
riesgo de deterioro y/o pérdida de sus relaciones sociales. Estas situaciones exigen
reforzar las atenciones personales, profesionales e individualizadas que
ofrecen los profesionales de los servicios sociales básicos. Conocer a las
personas en situación de riesgo, hacer un seguimiento de su situación, proveer
de atenciones y cuidados en el propio domicilio, activar los recursos
comunitarios (vecindad y voluntariado), facilitar la participación en la vida
comunitaria, ayudar en los procesos de inserción social… son algunas de las
funciones que tienen encomendadas los servicios sociales básicos, lo que en
Castilla y León llamamos CEAS. Invito al lector a revisar las interesantes tareas
que tienen encargadas este nivel de atención social en los catálogos o carteras
de servicios sociales de las distintas comunidades autónomas (incluida la
nuestra) o las recomendaciones que, al respecto, hacen otros organismos
nacionales o internacionales. Pero estos servicios en España en general y en
nuestra Comunidad en particular, padecen en muchos casos dos males que los
hacen ineficientes a la hora de atender debidamente a las múltiples funciones y
tareas encomendadas: la escasa dotación de profesionales y la excesiva carga que
supone la gestión de prestaciones sociales (dependencia, renta garantizada,
ayudas de emergencia, ayudas finalistas…). Resulta urgente revisar la dotación
de profesionales y descargar de tareas de gestión a este nivel de atención
social.